23 de septiembre de 2015

Arsénico, por compasión: el caso Lafarge

El arsénico, ese metaloide de estrecha relación con la historia de los envenenamientos, fue el protagonista de un sonado suceso que tuvo lugar en Francia en el siglo XIX. Sustancia alteradora de la óxido-reducción y del metabolismo de las grasas, estuvo involucrada en las muertes de personajes notables como el rey Jorge III del Reino Unido, Francisco de Médici y, supuestamente también de Napoleón Bonaparte.


El escándalo


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Marie Lafarge.
Wikimedia Commons.
Corría el año 1840, y en París no se hablaba de otra cosa. La muerte en extrañas circunstancias del magnate de la industria metalúrgica Charles Lafarge copaba todas las portadas de los periódicos, y su joven y bella esposa Marie estaba en el punto de mira de todos ellos.

Marie Lafarge contaba con 24 años en aquella época, y había rumores de que su matrimonio con Charles era bastante infeliz. Inicialmente se le acusó de envenenar a su marido, aunque no existían pruebas concluyentes contra ella. Algunos testigos aseguraban que habían visto a Marie comprando arsénico, acusaciones a las que ella respondió que era para matar ratas que molestaban a su marido enfermo por las noches, y además otras personas decían que habían presenciado cómo la muchacha vertía un polvo blanco sobre la comida de su esposo.


El juicio


Tuvo lugar a mediados de 1840, y en él la acusación aportó datos de médicos que efectuaron pruebas forenses en el estómago de Charles Lafarge y en los misteriosos polvos blancos que habían recogido como pruebas, pero la defensa puso en entredicho la veracidad de estos hallazgos, ya que los métodos científicos no eran muy sensibles a la sustancia que sospechaban.

Durante el proceso, salió a la luz que el año anterior, en diciembre de 1839, mientras el ingenuo Charles se encontraba en París, su mujer le envió cartas de amor apasionadas, junto a una foto suya y un pastel de Navidad justo para las fechas que se aproximaban. La casualidad hizo que tras probar el pastel, comenzó a sentirse enfermo y tener síntomas similares a los del cólera, enfermedad muy común en aquella época. En vez de visitar a un médico, tiró la tarta pensando que se habría estropeado por el camino, y al regresar a su casa días después, su devota esposa le llevó la comida a la cama: carne de venado y trufas. Charles empeoró otra vez, y un médico confirmó que los síntomas se debían al cólera.

Al día siguiente de la visita del médico, Charles tuvo náuseas, sintió calambres en las piernas y estaba deshidratado. Su medicación consistía en goma arábiga, que le era administrada por su mujer y conservada en una cajita de malaquita, pero sin surtir efecto. Otro médico también le diagnosticó cólera, y le recetó al enfermo ponche de huevo (qué grandes tratamientos los de aquellos años), para que se fortaleciera. Marie añadía al ponche de huevo unos polvos blancos de la caja de malaquita, quien, al ser preguntada, decía que era azúcar aromatizado con naranja, y a simple vista parecía que se había descamado el techo de la habitación y unos copos habían caído a la taza.

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El análisis forense


Meses después del fallecimiento de Charles Lafarge, el cuerpo del difunto fue exhumado para realizar más pruebas, que fueron negativas, pero un resultado de la comida preparada por la sospechosa fue positivo. Esto no hizo más que avivar las historias que se publicaban sobre el caso en los periódicos. El químico inglés James Marsh había diseñado cuatro años antes un test mejorado para detectar arsénico, pero los expertos franceses de la época no tenían mucha experiencia con él.

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Equipo de Marsh. Fuente.

El fundamento de este test consistía en añadir zinc metálico y ácido sulfúrico a la muestra sospechosa de contener arsénico. Si efectivamente se encontraba esta sustancia, la reacción química resultante convertía el arsénico en arsina o arsano (AsH3), un compuesto gaseoso venenoso que fluía a través de un capilar de cristal calentado a 250–300 °C por una llama. De esta forma, la arsina o hidruro de arsénico se descomponía por el calor y el arsénico metal se depositaba en las paredes del capilar, dejando una capa de residuo oscuro-plateado.

El mismo tubo de cristal se sellaba y servía como prueba frente a jurados, ya que era muy específico para el arsénico y era útil en la detección de cantidades ínfimas de este.

El desenlace


Finalmente, en el juicio ambas partes decidieron consultar a la mayor autoridad en toxicología del momento: Mateo Orfila, mahonés afincado en Francia y experto en medicina forense. Orfila realizó el citado test Marsh en muestras tomadas del cuerpo de Lafarge y de la tierra alrededor de donde había sido enterrado, y encontró trazas definidas de arsénico en el cadáver, demostrando que no procedía de la tierra que lo rodeaba.

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Estos resultados fueron decisivos para el Juez, y fatales para el destino de Madame Lafarge: fue encontrada culpable de asesinato y condenada a la pena de muerte, que posteriormente le fue permutada por cadena perpetua.

Aun en los meses posteriores a cerrarse el caso, la polémica continuó. Aunque la prueba del test Marsh llevada a cabo por Orfila fue reconocida como muy relevante en el campo de las ciencias forenses, sus detractores mantenían que el análisis fue realizado con fallos y Marie Lafarge era inocente.


Fuentes:
Wikipedia: Marie Lafarge
National Institute of Health: Visible Proofs: Forensic views of the body

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